«Por ser albino querían beber mi sangre. Ahora no me dejan salir de Melilla»

Emanuel Mukasa tiene 20 años aunque aparente casi 40. Extiende su mano para saludar y con la gorra y el sol de mediodía en lo más alto, su albinismo pasa desapercibido aunque sorprenda encontrar alguien tan blanco en la treintena de chabolas donde los habitantes del Centro de Extranjeros de Estancia Temporal de Melilla (CETI) buscan algo parecido a la sensación de hogar. Muchos llevan meses e incluso años en ese recinto cuyos límites establece no ya sus paredes, sino la triple valla de Melilla que encierra esta ciudad.

Antes de acceder a ser entrevistado pide una «reunión privada» con la periodista. «Me han hecho más de una docena de entrevistas y sigo aquí. Llevo un año y siete meses esperando en Melilla. Me han renovado tres veces mi solicitud de asilo y aquí sigo mientras otros que llegaron mucho después ya están en la Península. No puedo hacer nada. Sólo estar todo el día preguntándome qué problema hay conmigo. ¿Es que nadie puede ayudarme?». Estamos en una de las chabolas construidas con cartones y protegidas con plásticos. Dentro, una cama perfectamente hecha, un mueble recuperado de la basura haciendo las veces de mesita de noche, una cinta navideña decorando el pilar que sostiene la construcción y un asfixiante olor a ambientador que Emanuel ha pulverizado con anterioridad para dignificar la sala del encuentro.

La persecución de los albinos en algunos países africanos saltó a la opinión pública internacional en 2008 con la denuncia de los asesinatos que sufrían en Tanzania. Según ONG internacionales y organizaciones como Cruz Roja Internacional, por una mano se puede llegar a pagar 400 dólares y 65.000 por todo el cuerpo. Su sangre, como cuenta Emanuel, otorga supuestamente poderes sobrenaturales a quien la bebe. Estos precios desorbitados por lo que terminará convertido en pócimas y amuletos, hacen pensar que sus clientes no son precisamente ciudadanos de la amplia mayoría pobre del continente, sino propietarios de explotaciones mineras y altos cargos empresariales y políticos.

José Carlos Rodríguez ha sido misionero 20 años en Uganda, en concreto en la zona norte, la más asolada por la guerra. «Los albinos son asociados al mundo de los espíritus malignos, por lo que sufren una gran discriminación. Se les asesina para coger partes de su cuerpo para la brujería y en otros casos para eliminarlos por considerarlos ‘diabólicos'». Rodríguez recuerda que la incidencia del cáncer de piel es mucho mayor en esta población que se manifiesta con manchas oscuras en la piel y que en muchos casos los enfermos desconocen que se tratan de tumores. El albinismo afecta a una de cada 4.000 personas de raza negra, frente a su incidencia de uno cada 20.000 entre los blancos. Además esta población tienen una esperanza de vida de 39 años, una década menos que la ya bajísima media del continente africano.

«De las cosas que más me sorprendieron cuando llegué a Uganda fue que en una escuela de enfermería que solía visitar, había una muy buena estudiante albina que tuvo que abandonar su formación porque cuando iba a hacer prácticas al hospital había muchos enfermos que estaban aterrorizados, decían que estaba poseída y se negaban a que les pusiera las manos encima», recuerda Rodríguez. «Sus familias los consideran una carga por lo que muchas veces dejan de alimentarlos, vestirlos, de preocuparse por ellos… Muchas veces terminan pidiendo en la calle en una situación de exclusión social». De hecho, en muchos países se considera que tener un hijo albino es un castigo por alguna mala acción o fruto de un adulterio con un hombre blanco, por lo que los padres abandonan a sus madres.

Carnet de Emanuel Mukasa del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (P. S.)

Chema Caballero, misionero javeriano que trabajó en la rehabilitación de niños soldados durante más de 20 años en Sierra Leona, nos explica la situación de esta minoría en este país y en parte del África occidental. «Los albinos también son aquí considerados diablos, gente impura a las que antes se abandonaba al nacer o, incluso, se les sacrificaba. Hoy día no se les persigue o asesina, pero siguen siendo discriminadas. Les llaman judíos por ser blancos. En todos estos años en Sierra Leona sólo he conocido a un albino que trabajara en una oficina del gobierno y era a bajo nivel. Tampoco que trabajara en un negocio de cara al público. Sólo los he visto trabajar como vendedores callejeros, de los que llevan la bandeja sobre la cabeza».

Al contrario que en Tanzania donde el gobierno, movido por la presión internacional, ha legislado para proteger a los albinos, en Sierra Leona o en Uganda siguen obviando esta situación. Mientras, uno de los argumentos recurrentes empleados por los países de destino para rechazar las demandas de asilo es alegar que son perseguidos por sus comunidades pero no por las autoridades públicas, con lo que podrían cambiar su residencia dentro de su país. Arsenio García, responsable del Área Jurídica de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), explica que «este parámetro que se baraja a veces para denegar el derecho a asilo no aparece en la Convención de Ginebra ni en la misma ley de asilo. Y sí hay jurisprudencia en contra, que marca que en tal caso se tiene que decir a dónde tendría que irse esa persona y en qué condiciones. Es decir, el país que deniega asilo tiene que demostrar cómo esa persona puede encontrar en ese sitio de destino condiciones de vida dignas y asegurar que no van a ser perseguidos».

Asensio también identifica las fórmulas empleadas para denegar el asilo a una condición, la de ser albino, que «en principio está amparada por la Convención de Ginebra porque estamos hablando de raza, no en el sentido estricto que ya es un término muy superado, sino en que son considerados seres diábolicos que traen mala suerte y que por, tanto, son rechazados. Sin embargo, como siempre, se recurre a las contradiccions en el relato, la falta de verosimilitud, a por qué no han denunciado en sus países…». Y es que se ha denegado el asilo a varios albinos africanos en los últimos años. Sí que se le concedió en el caso más conocido poque coincidió con la toma de conciencia internacional de la situación de los albinos en parte de África, el de Moszy, un joven procedente de Benín que llegó en patera a Tenerife en marzo de 2009.

Moszy a su llegada a Tenerife en 2009 (Carlos Moreno / AP)

En España, uno de los países con cifras más bajas de solicitudes de asilo, aumentó ligeramente en 2011, por los programas de acogida a cubanos y por las solicitudes de ciudadanos de Costa de Marfil. Se recibieron 3.414 peticiones frente a las 2.744 del año anterior, pero menos de la mitad de las 7.660 que se recibieron en 2007, por ejemplo. Sin embargo, de las recibidas en 2010 (el Ministerio del Interior [pdf] no ha publicado aún los datos de 2011) fueron admitidas 631, de los cuales hay que subrayar que 216 eran disidentes cubanos. En octubre de 2009, el gobierno aprobó una serie de reformas de la Ley de de Asilo que Amnistía Internacional y CEAR definieron como convertir el «asilo en una carrera de obstáculos«.

Asensio explica que la respuesta a estos casos suele ser la de ‘es que si le damos asilo a este albino, se lo tendremos que dar a los albinos de todo el mundo’. «Lo mismo que dicen con las mujeres víctimas de la violencia de género, por ejemplo. Como si todos fueran a pedir asilo a España… Con esa excusa caemos en lo que podemos llamar el elitismo del refugiado, es decir, que si Emanuel fuera un activista de los derechos humanos y de los albinos en Uganda, sería mucho más fácil que le dieran asilo que si es un ciudadano que sufre la persecusión y la discriminación por serlo. De nuevo, ni la ley de asilo ni la Convención de Ginebra dicen nada sobre que unos tengan más derechos que los otros».

CEAR lleva años denunciando el llamado ‘stock’ de solicitudes de asilo que nunca son resueltas. «Ahora están resolviendo los últimos casos presentados y los deniegan a una velocidad tremenda. En casos como el de los albinos o los saharauis, por ejemplo, donde por cierto sería bueno que los instructores de Madrid les entrevistaran, no es raro que tarden más de un año y medio. Así empiezan a dormir el sueño de los justos».

Fabián Grandolph es padre de un niño albino de seis años y miembro de la delegación madrileña de la Asociación de ayuda a personas con albinismo en España (ALBA), una organización muy pequeña dedicada principalmente a temas de educación y sensibilización, aunque también han realizado recogida de cremas de protección solar, gorras, gafas de sol para albinos en Senegal. Grandolph reclama que «las autoridades responsables de inmigración de los países desarrollados, como España, deben tener en cuenta estas condiciones (de persecución y discriminación) para facilitar permisos de residencia o facilitar la aceptación de sus peticiones de asilo«.

En el caso de Emanuel el desamparo de llevar un año y siete meses esperando una respuesta hay que sumarlo al limbo que supone que la entrada a suelo europeo sea pasando por Ceuta o Melilla, a donde llegó desde Marruecos a nado. A los solicitantes de asilo no se les permite trasladarse a la Península Ibérica (desde marzo de 2010, como contamos en Periodismo Humano), pese a que tenga el carnet que acredite esta condición. «Es una forma de disuadir, mucha gente esta renunciando a pedir asilo por esto. Se supone que las personas que están legalmente en España (como Emanuel) tienen libertad de movimiento. ACNUR, el Defensor del Pueblo y algunas sentencias ya han denunciado que no se puede retener a la gente en Melilla y Ceuta. Pero sus delegaciones de gobierno, con la anuencia de este y del anterior gobierno, lo están haciendo aunque tienen la obligación de permitirles moverse. Es que Ceuta y Melilla no son sus destinos, sino un paso y para ellos se convierten en una cárcel«.

Por tanto, con Emanuel el gobierno español está incumpliendo doblemente la Ley de Asilo: al no permitirle transitar libremente por España teniendo un permiso de estancia temporal como solicitante de asilo, y al no concederle asilo teniendo en cuenta la definición de refugiado de la Convención de Ginebra:

«persona que debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de su país; o que careciendo de nacionalidad y hallándose, a consecuencia de tales acontecimientos fuera del país donde antes tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores no quiera regresar a él»…

Es más, ACNUR especifica que «la protección internacional incluye algo más que la propia seguridad física. Los refugiados deberían recibir al menos la ayuda básica y los mismos derechos que cualquier otro extranjero que sea residente legal. Así, los refugiados tienen derechos civiles básicos, incluyendo la libertad de pensamiento, de movimiento, y el derecho al respeto como persona». Mientras, no estaría de más que alguien respondiera a Emanuel alguno de los tantos por qué que le atormentan mientran pasan los meses y todo lo que puede hacer con su tiempo es nada.

10 thoughts on “«Por ser albino querían beber mi sangre. Ahora no me dejan salir de Melilla»

  1. M says:

    Otra gran aportación de PH al conocimiento público de problemas de verdad graves. La superstición y la incultura son lacras que producen estas barbaridades.

  2. Maritza says:

    Buenas tardes.
    Esta mañana escuchado Hoy Empieza todo, escuche que Patricia comentaba de la recogida de firmas pero no logro econtrarlo pueden decirme donde puedo verlo por favor.
    Gracias.

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