De nuevo, un periodista ha sido asesinado en Colombia. Tras las 167 agresiones y los seis asesinatos sufridos por los periodistas colombianos el pasado año, la muerte de Clodomiro Castilla ha vuelto a sumergir en un profundo dolor a un gremio que día tras día ejerce una profesión de alto riesgo en este país.
La Federación de Asociaciones de Periodistas de Colombia, tiene en la opinión púbica internacional una de sus principales armas. Para ello, una de las herramientas que utilizan es un sistema de mailing de alertas que da la vuelta al mundo cuando un periodista es asesinado, atacado, amenazado o chantajeado de las formas más macabras e inimaginables. Sólo lo utilizan en los casos más graves, pero en lo que va de año ya son doce. La primera, enviada el 13 de enero, informaba sobre el asesinato de José Carlos León Barbosa. Tenía veintiocho años, y fue asesinado mientras tomaba algo con sus amigos en un pequeño establecimiento. Un sicario, que llegó en motocicleta y que simulaba comprar licor con el casco puesto, le disparó tres veces al joven que abrazaba a su novia. Hacía poco tiempo que había dejado su trabajo com camarógrafo para estudiar ingeniería ambiental.

La última alerta informaba sobre el asesinato de Clodomiro Castilla la noche del pasado 19 de marzo. Castilla era conocido por sus investigaciones y denuncias sobre el paramilitarismo y su injerencia en todos los ámbitos públicos de la región de Córdoba, patria y reino del ex jefe paramilitar Salvatore Mancuso, extraditado en Estados Unidos. Clodomiro Castilla leía un libro en la terraza de su casa cuando advirtió el peligro, pues recibió un disparo en el brazo y otros siete en la espalda cuando intentaba huir. Castilla, era uno de esos tozudos periodistas colombianos, que honran su profesión y que aprovechaba todos los recursos a su alcance para desarrollar su trabajo. Era el director de la revista El Pulso del Tiempo y colaborador del Bloque Informativo de la Voz de Montería, un programa radiofónico que cada mañana saca los colores a los paramilitares y parapolíticos. Fue una fuente fundamental, así como su periódico, en la investigación que se convirtió en el libro «A las puertas de El Ubérrimo», escrito por el periodista Jorge Rojas y por Iván Cepeda, presidente del Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado de Colombia, otro de los personajes fundamentales para dibujar el verdadero panorama de un país que cuenta con una realidad cruenta y enmarañada pero también con unos sectores de la población de defensores de los Derechos Humanos y periodistas muy valientes frente a la diaria posibilidad de pagar con la vida su demanda de democracia plena, justicia y libertad de expresión.
Es más. Desde hace dos años Clodimiro Castilla había sido denunciado judicialmente tanto por la gobernadora de Córdoba, Marta Sáenz, como por el director del periódico El Meridiano de Córdoba, William Salleg. Sin embargo, lo más sorprendente no fueron las razones de las denuncias si no las sentencias. La gobernadora le denunció por publicar una fotomontaje caricaturesco sobre ella. El juez, exigió al periodista a retractarse, una decisión con pocos antecedentes en Colombia y que contradice la jurisdicción colombiana. Pero, además, como la gobernadora consideró esta condena insuficiente, el juez añadió diez días de arresto a la sanción.
El segundo juicio que sentó en el banquillo a Castilla por el ejercicio de su profesión fue por una denuncia del director El Meridiano de Córdoba, por haber informado sobre la amistad existente entre éste y el jefe paramilitar Salvatore Mancuso, y haberlo vinculado al paramilitarismo. En la sentencia, el juez le prohibió tratar temas vinculados con William Salleg, un hecho considerado por FECOLPER «como censura previa» prohibida por el artículo 20 de la Constitución colombiana.
Los últimos mensajes de y para Castilla
A cien metros de donde fue asesinado Clodimiro Castilla, se encontraba una comisaría de policía. De hecho, el periodista había pedido protección policial y se la habían negado apenas dos semanas antes. Castilla reenvió a Eduardo Márquez, presidente de FECOLPER, el mensaje de móvil que envió al comandante de la policía de Córdoba cuando le negó la escolta policial «lo entiendo, no es conveniente que se indisponga con William Salleg –director del diario El Meridiano de Córdoba a quien Castilla denunció por paramilitarismo– (…) respetuosamente lo responsabilizo de cualquier acción criminal en mi contra».
Y hora y media antes de ser asesinado, envió un e-mail también a Eduardo Márquez en el que le contaba que el Magistrado de la Corte Constitucional, Jorge Pretel, le había llamado y «escuché atentamente sus descargos y los publicaré. Buenas noches». Esta llamada hacía referencia a un artículo que había publicado a principios de este mes en su periódico, bajo el título «¿Quién ordenó el asesinato del abogado Raúl Benítez?», y en la que denunciaba una intervención ilícita de este magistrado que destituyó a un fiscal que llamó a declarar al director del Meridiano de Córdoba. La práctica totalidad de los números de esa revista fueron comprados por desconocidos que querían evitar su difusión.
Una de las prácticas habituales después de asesinar a los periodistas y defensores de derechos humanos en Colombia, es someter su memoria a una campaña de desprestigio. Con Castilla también lo están haciendo. A través de los medios, aluden a aspectos privados de su vida para mandar el mensaje de que al fin y al cabo no se perdió tanto. Frente a esto, el gremio periodístico de Colombia se ha vuelto a vestir de luto.
Karen Cepeda, miembro de FECOLPER, explicaba así su reacción al saber la noticia: «Pasé varios minutos en silencio (…) ¡No tenemos porqué seguir despidiendo colegas! ¡No les queremos despedir! Me habita la tristeza y la indigación. (….) Y mientras alimentaba esos pensamientos de derrota y dolor, encuentro un mensaje de Clodomiro: «Te expresaste con mucha desesperanza, como esos boxeadores a punto de «colgar los guantes». Estás muy joven para pensar y expresarte así. Colombia necesita de los que deseamos y anhelamos una paz de la mano de un desarrollo sostenido«.
Constanza Vieira, corresponsal de IPS en Colombia, encabezaba con un «No nos dejes en paz, Clodomiro» el texto que escribió sobre su asesinato. Jorge Otero, presidente de la Asociación de Periodistas de Córdoba, durante el discurso que pronunció durante el funeral, se refirió a los 50 millones de pesos colombianos de recompensa que ha prometido el presidente Álvaro Uribe a quien aporte información decisiva sobre los asesinos. «Ningún autor intelectual caerá. Ni pasará nada. Acaso alguien se gane una recompensa por delatar a un triste sicario, si no es que a este lo cogen antes para deshacer el rastro hacia los verdaderos autores, quienes aún deben estar festejando la eficacia del encargo».
En este sentido, Eduardo Márquez, presidente de FECOLPER, se mostró consternado por el crimen pero «dado los antecentes podemos decir que fue la cobarde ejecución anunciada de un periodista controvertido. Si existe una verdadera voluntad de las autoridades por esclarecer este crimen, deben trasladar a Bogotá todos los procesos judiciales mencionados en el trabajo de nuestro colega».
lamento la muerte de Clodomiro y espero que no sólo valga para su país, Colombia, debe ser ejemplo de profesionalidad y el espejo donde se vean reflejados millones de periodistas que no ejercen cómo tal y cuyas vidas no corren peligro, siempre y cuando no tropiezen con la máquina de café
Qué triste.Estos son los verdaderos periodistas y cada vez quedan menos.¿Cómo se puede negar la escolta a alguien que saben que puede ser asesinado? Esto hace reflexionar mucho sobre la grandeza de estos periodistas. Saber que puede que la historia que escribas te cueste la vida y, aún así, contarla.
Clodomiro dió una entrevista a una emisora Colombiana en enero de 2008. En sus declaraciones se puede interpretar el posible orígen de su situación de riesgo.
http://ddhhenlasnoticias.blogspot.com/2010/03/lo-que-denunciaba-clodomiro.html
Rabia y dolor….., por Cloromido y todos los compañeros que con su palabras iluminan el camino del buen ejercicio de la profesión y le dan dignidad al arte de informar. Justicia¡¡¡