
El presidente de Médicos Sin Fronteras, José Antonio Bastos, acaba de volver de un viaje a la República Centroafricana, uno de los países con peores índices de Desarrollo Humano y más empobrecidos del mundo. Un país de algo más de cuatro millones de habitantes donde casi el 50% del PIB procede de la agricultura de subsistencia, es decir, de lo que su población consigue cultivar para subsistir ellos y sus familias, con una esperanza de vida media de 43 años, donde casi también la mitad de la población es analfabeta, y donde el 13% de la población está infectado por el VIH-Sida. Unos datos espeluznantes incluso para este médico especialista en medicina de familia, tropical y Salud Pública, que durante veinte años ha trabajado como coordinador de misión en epidemias, hambrunas y guerras en escenarios tan crueles como el genocidio ruandés, la guerra de Bosnia, Somalia o el Congo. «El de la República Centroafricana es un nivel de pobreza, incluso para África, chocante, impresionante. Además es un país azotado por un conflicto absolutamente desconocido. Es imposible encontrar algo de información sobre la República Centroafricana en los medios de comunicación. No interesa, pero son tan humanos como cualquiera«. Bastos transmite a través de una conversación telefónica una convicción férrea en la labor que realiza Médicos Sin Fronteras, a la vez que una capacidad de indignación que asoma en la conversación cuando ante lo desolador del panorama descrito, deja caer algún «¿te lo puedes imaginar?» y un segundo de pausa en su imparable discurso. En las palabras de Bastos reluce la asunción natural propia de los que llevan años trabajando sobre el terreno de que «porque no se pueda hacer perfecto, no hay que dejar de hacerlo». Y esto es aplicable a la hora de actuar médicamente, pero también de la inventiva para actuar cuando no hay los medios o medicamentos necesarios, innovar fórmulas para que los pacientes puedan continuar el tratamiento cuando son contínuamente desplazados, carecen de agua potable o son analfabetos…

Periodismohumano. Las personas que atendéis en la República de Centroafricana, además de sobrevivir en un contexto paupérrimo, son víctimas de un conflicto armado entre diferentes grupos rebeldes y, también, con el Ejército gubernamental que las ha condenado a vivir en un desplazamiento contínuo y sin fuentes de ingreso. ¿Qué ha hecho MSF para mejorar sus situación?
José Antonio Bastos. Desgraciadamente no podemos hacer mucho por evitar el origen del problema, que es el enfrentamiento entre rebeldes y el gobierno y entre los mismos cinco o seis grupos rebeldes. Pero es que además están los grupos armados criminales que vienen de otros países para matar elefantes, los enfrentamientos muy violentos por el robo de ganado entre diferentes grupos étnicos… Más el famoso Lord´s Resistance Army (Ejército de la Resistencia del Señor) que ahora mismo está moviéndose a sus anchas mientras el Ejército ugandés le persigue dentro de la República Centroafricana. Es una situación complejísima, abrumadora, que ha creado una maraña de fronteras entre los grupos enfrentados que ha sitiado muchos enclaves de población, los ha cercado por el miedo.
Desde MSF lo que sí hacemos es que, dentro de esa situación tan terrible, por lo menos tengan acceso a salud y a la solidaridad humana, que no estén olvidados por todo el mundo. Para ello, nuestro trabajo es, paso por paso, invertir horas, días y meses en negociar con estos grupos armados para poder prestar servicios médicos a los pacientes que están en las zonas que ellos controlan. Eso conlleva muchos esfuerzos y no está exento de riesgo. Luego, en las zonas en las que conseguimos entrar, comprobamos cuánto queda del ministerio de salud. Normalmente, en situaciones como las de la República Centroafricana no queda nada: ni infraestructuras, ni personal… Entonces empezamos a crear estructuras sanitarias desde cero. En países similares solemos crear un nivel de atención primaria para la atención básica, y de ahí les enviamos a hospitales que estén a tres o cuatro horas. Pero en el caso centroafricano las zonas son tan inaccesibles, tan cerradas por la violencia, que hemos tenido que crear hospitales centrales y alrededor de ellos una red de clínicas y alrededor de éstas, otra de clínicas móviles para los lugares más peligrosos o alejados. Es un esfuerzo muy superior al que tenemos que hacer en otros países, pero lo consideramos absolutamente necesario.
Es uno de los países africanos con mayor número de desplazados y con un perfil epidemiológico brutal: la malaria mata a niños como en los años 70, donde la tuberculosis sigue descontrolada, con un nivel muy preocupante de personas infectadas por el VIH-Sida y que hasta hace unos cinco años era uno de los focos de la enfermedad del sueño, situación que ha mejorado gracias al trabajo de MSF y otras organizaciones.
Es un país con un nivel de desesperación, de pobreza y de olvido… que me ha impresionado.[youtube width=»600″ height=»400″]http://www.youtube.com/watch?v=KyCd3Mo-ZjQ[/youtube]
P. De hecho, no es sólo un conflicto olvidado sino que su población también es víctima de enfermedades olvidadas cuyo tratamiento muchas veces no está disponible porque no son rentable para las farmacéuticas. MSF tiene una batalla desde hace años para que esos medicamentos sean accesibles y, ahora especialmente, para que la UE no obligue a la India a limitar la producción de medicamentos genéricos para poder firmar un Tratado de Libre Comercio. ¿En qué momento se encuentra esta batalla?
J. A. B. Pues seguimos peleándola. Hace diez años que empezamos con la campaña de acceso a medicamentos esenciales, después de que nos encontráramos una y otra vez con que los pacientes con los que trabajábamos no tuvieran medicamentos. Empezamos a presionar a la industria farmacéutica y lo primero que conseguimos fue que el tratamiento anual para una persona con el VIH-Sida bajara de 10.000 a 12o dólares. Pero después nos encontramos con un laberinto de obstáculos en los que las leyes de patentes y los interesas de las farmacéuticas tenían mucho que ver. Lo más impactante que hicimos hace una década fue elevar a conciencia global explícita el hecho de que el precio de los medicamentos no puede ser la razón por la que alguien muera sin tratamiento. Eso es inaceptable. Por eso parece mentira que todavía hoy sigan muriendo personas porque no son mercado. El caso de las enfermedades olvidadas es el peor porque el hecho de que sus enfermos son tan pobres y viven en lugares tan remotos que no hay investigación que desarrolle productos para ellos. Si el mercado hubiera invertido en la enfermedad del sueño, por ejemplo, lo que en la viagra tendríamos una situación absolutamente diferente. Los tratamientos para estas enfermedades fueron descubiertos en los años 20 y 30 y desde entonces no se ha avanzado: son moléculas muy tóxicas, combinaciones de sales de arsernio que matan a la enfermedad antes que a la persona, son venenos. Pero lo peor es que, como es un mercado pequeño, en varias ocasiones hemos tenido que pelear para que no se dejen de fabricar. ¿Te lo puedes imaginar? Medicamentos imprescindibles para salvar las vidas de miles de personas que se dejan de fabricar porque la industria decide que no son rentables. (José Antonio se queda un segundo en silencio, sorprendido todavía por lo que acaba de explicar).
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Y como un apéndice de esta campaña lanzamos la Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Olvidadas, un consorcio con otras instituciones académicas y de la periferia de la industria farmacéutica para que se investigue y avance en el tratamiento de estas enfermedades. Y, por ejemplo, cuando Roche decide dejar de fabricar el tratamiento para la enfermedad de Chagas, conseguimos que el Instituto Público de Brasil que fabrica genéricos no sólo para su país sino para muchos otros en desarrollo, asumiera la patente y desde entonces son ellos quienes lo fabrican.

P. En el caso del VIH-Sida, una de las responsables del programa de MSF en la Repúbica Centroaficana, explica que hasta ahora uno de los problemas era que los antirretrovirales estaban concentrados en la capital. Pero que las previsiones eran que a partir de ahora directamente no iban a haber. ¿Por qué?
J. A. B. Al rebufo del escándalo que montó MSF y otras organizaciones sobre el acceso a medicamentos vitales hace una década, se crearon fundaciones como la de Bill Gates o el Fondo Mundial para Medicamentos para estas enfermedades. Este fondo global se debería nutrir de las provisiones que los gobiernos occidentales se comprometieron a donar para que los ministerios de salud que los necesitaran. Era una idea buenísima porque así organizaciones como MSF no tienen que estar comprando medicamentos de manera constante e insostenible, porque creemos que hay que reforzar los ministerios de salud y nosotros ir donde ellos no lleguen. Pero en los dos últimos años los gobiernos occidentales no están contribuyendo y además, han ajustdo mucho más los criterios para aceptar a los ministerios de salud receptores de la ayuda -de hecho, han echado a unos cuantos del Fondo por supuesta corrupción- y nos parece sospecho que esté pasando justo ahora, en tiempos de crisis. Nosotros estamos arrinconando al gobierno español estas semanas para que disponga lo que prometió porque es inaceptable y dramático, y está pasando, que haya pacientes de VIH-Sida que han tenido que suspender sus tratamientos.
P. Otro de los enfermedades más agresivas que asola la República Centroafricana es el paludismo, especialmente a los niños. ¿Por qué?
J. A. B. Pues en este caso sí que tenemos los medicamentos pero es por culpa de la falta de seguridad. Cuando los padres nos traen a los niños a las clínicas es ya muy tarde, llegan prácticamente muriéndose, con malaria cerebral o en los riñones. Cuando la población tiene que huir y esconderse en la selva, como pasa también en Angola o en Sudán, están más expuestos a la picadura del mosquito, especialmente los niños. En los años 90 morían porque la enfermedad se había hecho resistente al fármaco, pero ahora se nos mueren varios niños al día porque no llegan a tiempo. Y eso es mucho peor.
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P. Como hemos visto en el video, muchos civiles son confundidos con combatientes y heridos por los grupos armados. Pero también os llegarán soldados o guerrilleros. ¿Médicos Sin Fronteras distingue a la hora de tratarles?
J. A. B. Nosotros tratamos seres humanos sin discriminación, ya sean combatientes, civiles, hombres, mujeres, niños, ancianos… Lo que sí intentamos es saber cuántos son civiles y cuántos combatientes. Primero porque cuando descubrimos que estamos tratando sólo a militares, eso puede significar que los grupos armados están restringiendo el acceso de la población a los servicios sanitarios y se están apropiando de ellos. Cuando eso ocurre, renegociamos con los grupos armados porque, además, si tratamos más a miembros de uno de los bandos, el contrario va a interpretar que estamos de su lado, poniendo en riesgo nuestra neutralidad y, por tanto, nuestra seguridad y el poder seguir trabajando allí. En esos casos, solemos hacer llegar el mensaje de que tratamos a seres humanos sin distinción.
En zonas donde los grupos armados son sofisticados y con un alto nivel de financiación, intentamos recordarles que se hagan cargo del tratamiento médico de sus soldados.

P. Hace apenas una semana la ONG Whatchlist denunciaba ante la ONU que en la República Centroafricana siguen siendo reclutados niños soldado, no sólo para combatir, sino para ser explotados como esclavos sexuales, entre otros graves abusos. ¿Tenéis contacto con estos niños?
J. A. B. Sabemos que sucede y es algo a lo que la población tiene mucho miedo, pero no tenemos constancia de primera mano. En el caso del Ejército de la Resistencia del Señor es una estrategia muy clara de este grupo, reclutar niños y someterles a niveles de atrocidades increíbles como matar a un familiar de primer grado. El daño emocional y psicológico es probablemente irreversible.
P. ¿Qué pasaría si Médicos Sin Fronteras se fuera de la República Centroafricana?
J. A. B. Pues desgraciadamente seguirían estando igual de mal porque MSF no es un factor determinante. Habría muchas comunidades que perderían a muchísimas personas por falta de asistencia sanitaria y también perderían a un gran aliado para servir de altavoz y recordar al mundo que este país existe, que es uno de nuestras prioridades. Es imposible encontrar información sobre este país en los medios de comunicación.
P. Sois vanguardistas en la comunicación de vuestra labor, pero también de las situaciones que viven estas poblaciones. ¿Por qué le dais tanta importancia a la comunicación?
J. A. B. MSF se basa en dos pilares fundamentales: prestar asistencia médica y humanitaria en aquellos sitios donde no la hay, y que se conozcan estas situaciones olvidadas. E, igual que ahora todo el mundo quiere saber sobre Libia, nosotros tenemos la responsabilidad de que se sepa lo que está ocurriendo en la República Centroafricana, que son igual de seres humanos.
P. Hablando sobre Libia y el foco informativo, MSF se ha convertido también en una fuente de información respetada sobre aquellos lugares más inaccesibles. Así que ¿cuáles son las últimas noticias que tenéis sobre Libia, donde también estais trabajando?
J. A. B. MSF está en la frontera con Túnez, atendiendo a los refugiados. También estamos en Bengasi,y somos la únicia organización internacional, junto con la italiana Emergency, que está trabajando en Misrata, donde la situación es tremandamente volatil. Desde el 30 de abril, nuestros equipos también están en Zintan, donde hemos atendido a unos 100 heridos de guerra desde que empezamos a trabajar. Y por supuesto, como bien reflejasteis el otro día en Periodismo Humano, también estamos en Lampedusa, donde siguen llegando refugiados a los que el gobierno italiano está prestando un trato completamente inaceptable.
P. ¿Por qué te hiciste un «médico sin fronteras»?
J. A. B. Médicos Sin Fronteras va a cumpliar ahora sus cuarenta años de existencia, y yo voy a hacer veinte años que empecé en Médicos. Cuando yo estudiaba medicina en el Hospital de la Cruz Roja en Madrid, ya empezaron a llegarnos los primeros refugiados de países africanos que nos contaban unas historias increíbles. Así que cuando me puse a ver en qué organización podía trabajar para estas personas Médicos Sin Fronteras me cautivó por su profesionalidad, su dedicación y cercanía con las personas, su pasión y la rebeldía que sigue teniendo.
P. Después de una trayectoria tan larga sobre el terreno, ¿qué evaluación harías de estos seis meses como presidente?
J. A. B. Pues he de decir que, como además yo he estado también en Cruz Roja Internacional, he descubierto en mi vuelta lo que ha crecido y madurado Médicos Sin Fronteras: ahora estamos en países como Somalia o Irak donde antes no podíamos era imposible. Y también me ha sorprendido mucho el apoyo de los españoles que, aún ahora con la crisis, nos apoyan incluso más que antes. Y eso me parece tan admirable.
Sucio negocio, pero no olvidemos que se sostiene mientras nos creamos la gran MENTIRA: que la salud es cosa de Medicamentos y Sumas de dinero enormes. La salud no empieza en los medicamentos: acaba. no empieza en los hospitales: acaba. Las poblaciones que viven en buena simbiosis ecológica y social tienen buena salud. Y eso es justo lo que no interesa a la mafia médica. Muchos se están curando de cancer con bicarbonato de sodio. 75cts en el chino. a quién le interesa eso? sólo al enfermo, menuda mierda de negocio
¿Curarse de cáncer con bicarbonato de sodio? A ver si al final va a ser que los milagros y la magia existen porque de otra forma no me lo explico…
Y yo sentado en mi sillón, leyendo esto. Me c*go en mi p*ta vida.
Sera acaso algun tipo de discriminacion? me da tristeza la situacion en la republica centroafricana y mas aun conocer de las grandes miserias humanas.
Personas como los miembros de medicos sin fronteras, mantienen la esperanza en la humanidad.
Por favor pueden verificar los datos de la fotografía «Equipo en emergencia durante la epidemia de cólera en Cochabamba, Bolivia (1992). »
Me parece que esa foto no es de Bolivia por las características físicas de las personas. Debe ser de alguna parte del Africa, pero de Bolivia no es.
El mundo actual es un sistema psicopático, donde millones de nosotros vivimos sometidos a la esclavitud de las empresas farmacéuticas y sus testaferros, los medios de comunicación generalistas.
Esto YA es una distopía, con la diferencia de que no somos conscientes de estar inmersos en ella.
El cáncer y sus obscenos círculos viciosos